Ingeniería

Acueducto de Segovia

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El acueducto de Segovia, que hoy constituye el mejor símbolo de esta ciudad castellana, y una de las infraestructuras romanas más célebres y admiradas, es en realidad un pequeño tramo situado al final de una gran obra hidráulica de varios kilómetros de longitud.

Como en todas las ciudades del imperio, el abastecimiento de agua era un elemento fundamental para la vida urbana, lo que requería de soluciones constructivas apropiadas para hacer llegar este recurso indispensable desde los manantiales naturales al núcleo de población y suministrar a fuentes, letrinas, termas y viviendas, además de molinos, huertas o jardines.

En muchos casos, esto se conseguía a través de un acueducto que captaba el agua desde algún curso o fuente más o menos cercana. Su construcción requería de detallados estudios topográficos de la zona puesto que estos estos caminos para el agua debían superar a menudo zonas montañosas, valles y llanuras. La mayor parte del trazado solía ser subterráneo, funcionando a través de canales, túneles y tuberías por la acción simple de la gravedad.

En concreto, el acueducto de Segovia captaba el agua de un azud en el río Frío, en la vertiente de Guadarrama, y recorría unos 15 km hasta llegar a la ciudad. El tramo más conocido, el de los arcos de la Plaza del Azoguejo, salva un valle pronunciado lo que hizo necesario construir este puente con una longitud de 760 m que supera dicho desnivel y mantuviera estable el trazado del canal, algo necesario pues la pendiente que recorría el agua debía ser constante y mínima para que el líquido discurriera continuamente, pero sin revolverse.

Este tramo está compuesto por dos líneas superpuestas de arcos formados por piedra granítica con grandes sillares colocados sin argamasa y cuya construcción se fecha a partir de principios del siglo II d. C., entre los mandatos del emperador Trajano y Adriano. Consta de 127 pilares que sostienen 167 arcos, construidos en seco con sillares de granito extraídos también de la Sierra de Guadarrama. En su punto de mayor altura, supera los 28 metros.

Como ya hemos dicho, el acueducto de Segovia es mucho más que el famoso tramo de las arcadas del Azoguejo. La mayor parte de su trazado es subterráneo, mediante un canal formado por bloques de granito cubiertos con lajas unidas con mortero de cal. Se hace visible en diversos puntos a partir de su entrada de la ciudad de Segovia, desde la plaza de las Arquetas hasta el Alcázar. También se han conservado algunos desarenadores, registros en las que el agua, por decantación, perdía las impurezas y se limpiaba para poder ser consumida. Después, se distribuía por una red secundaria de abastecimiento a diferentes zonas de la ciudad.

Su uso perduró durante muchos siglos, incluso los Reyes Católicos dictaron ordenanzas para su conservación, puesto que seguía en funcionamiento, y se restauraron entonces más de una treintena de arcos.

Este gran monumento es todo un símbolo del impacto y del poder de la presencia romana en el territorio, así como de las capacidades de la ingeniería romana civil romana en su proceso «civilizador». El acueducto, junto al conjunto histórico de la ciudad de Segovia, fue incluido en 1985 en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

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